Aunque no todos tengan un rito específico para plasmar sus resoluciones de fin de año, les aseguro que a lo menos las piensan.
Algunos las escriben en papelitos que guardan en algún lugar para ser abiertos a fin de año, otros las escriben en una carta dedicada a sí mismos, en la antigüedad se acompañaban de sacrificios a los dioses.
En las empresas este deseo de cambio queda plasmado en nuestros objetivos estratégicos, nuestros planes de acción y también en nuestro presupuesto.
Distintas maneras de plasmar un mismo espíritu: ¡Cambiar para mejorar!
“Cheers to another year and another chance for us to get it right.” – Oprah Winfrey
6 resoluciones de fin de año para Líderes
A nivel personal, los cambios que plasmamos en nuestras resoluciones de fin de año en general tienen que ver con nuestros hábitos, aquellos que deseamos adquirir (despertarnos más temprano, hacer ejercicio, leer más libros, etc.) y aquellos que deseamos eliminar (dejar de fumar, dejar los chocolates, enojarnos menos, etc.).
Como empresarios, ejecutivos y directivos también podemos y debemos generar este espíritu de cambio y, a lo menos, identificar aquellos hábitos que queremos adquirir y aquellos que debemos cambiar para hacer más efectiva la gestión de nuestras empresas.
A lo largo de mi carrera trabajando con directores, gerentes generales y gerentes de primera línea (como consultora o directora) he logrado identificar que, a pesar de que todos somos distintos y tenemos variados estilos de liderazgo, existen ciertos patrones de comportamiento o hábitos que desplegamos o que echamos de menos con bastante frecuencia.
Comparto con ustedes mi reflexión sobre algunos de los hábitos que como empresarios, ejecutivos y directivos debiésemos incluir en nuestras resoluciones para el próximo año.
“Success is the product of daily habits not once-in-a-lifetime transformation.“ – James Clear
1) Agradezcamos nuestros errores y caídas
Aprendamos de ellos en vez de tratar de borrarlos de nuestra historia. ¿Qué nos pasa que tenemos tanto miedo a equivocarnos? ¿A admitir que fallamos y que no somos perfectos?
Qué tremendo peso para llevar sobre nuestras espaldas; la exigencia de nunca fallar y siempre tener la razón. Y qué limitante a la hora de interactuar con los demás, sobre todo desde nuestra posición de liderazgo. ¿Cómo propiciar un ambiente de aprendizaje y mejora continua si no toleramos el fracaso?
¿No sería más liberador enfrentar cada decisión, cada presentación, cada conversación y cada negociación con la confianza de saber que daremos nuestro 100%, con la humildad de aceptar posibles errores y caídas, y con la madurez de aprender de la experiencia?
¿Pero cómo lograrlo? – Pues ejercitando!
Desde una perspectiva más personal tomemos unos minutos al terminar cada día para reflexionar sobre 2-3 caídas o errores que cometimos en el día (sin importar cuan pequeños o poco relevantes nos parezcan) y el aprendizaje que nos dejó.
Lo mismo podemos implementar al interior de nuestras organizaciones estableciendo instancias de búsqueda de aprendizajes utilizando la misma dinámica. Después de un tiempo “ejercitando” lograremos ser capaces de aceptar el error y las caídas como parte natural de nuestro proceso de aprendizaje.
2) Pidamos feedback y aceptémoslo como un regalo
Yo me desarrollé profesionalmente en un mundo donde la retroalimentación era parte fundamental de nuestro proceso de aprendizaje y de nuestro modelo de relacionamiento. Luego descubrí que esa era una realidad atípica en muchas organizaciones y que el estándar era a evitar el dar o recibir retroalimentación.
Entendí que el feedback honesto era un regalo costoso y que, por lo tanto, no podía esperar recibirlo de cualquiera.
Pero sin retroalimentación es imposible identificar aquello que podemos mejorar. ¿Cómo mejorar algo que es ajeno a nuestra percepción de la realidad? ¿Como identificarlo sin la ayuda de los demás?
Sé que esto no es fácil; dar feedback es un arte (y existe un sinnúmero de formas de equivocarse) y recibirlo adecuadamente es un acto de humildad y agradecimiento. ¿Cómo ejercitar entonces el hábito de dar y recibir feedback?
Desde nuestro rol como líderes, podemos partir por conversar con nuestros pares, con nuestros amigos, nuestros asesores, plantearles situaciones y preguntarles su opinión sobre cómo las enfrentamos. Abrámonos a tener estas conversaciones con personas que creamos nos pueden aportar desde una perspectiva distinta y que nos pueden ayudar a evaluar nuestras acciones de manera más objetiva.
Al interior de nuestras compañías, podemos implementar herramientas (existen muchísimas) que nos permitan recibir y dar retroalimentación como parte de un proceso efectivo de evaluación de desempeño y mejora continua.
3) No dejemos temas en el tintero, resolvamos los conflictos
¿Por qué le tenemos tanta aversión a los conflictos? ¿Por qué nos cuesta tanto dialogar con respeto para resolver diferencias? ¿Por qué creemos que los intercambios de opiniones y puntos de vista son un conflicto que hay que evitar?
Con tristeza veo cuan a menudo sociedades, relaciones laborales, matrimonios y amistades terminan porque los involucrados no pueden o no quieren enfrentar y mucho menos resolver sus diferencias. Este es un comportamiento que encuentro realmente limitante para el desarrollo y mejora continua de nuestras empresas y relaciones.
Cuando comencé mi carrera, uno de los principios básicos de comportamiento que se esperaba de nosotros era: “The obligation to dissent” (la obligación de disentir).
¡Que precepto más fuerte! Pensarán muchos.
Yo también lo pensé en un principio. Sin embargo, llegué a entender que este hábito, implementado con criterio y respeto, por supuesto, sólo tiene el potencial de propiciar la excelencia y la mejora continua.
Del desacuerdo surgen los acuerdos, de las diferencias los compromisos, de los antagonismos los puntos de encuentro, de los conflictos las oportunidades de mejora. ¿Cómo vencer esta barrera entonces?
Uff… Para aquellos que se sientan identificados con mis palabras, creo que el único camino es ajustar nuestra forma de abordar las diferencias.
La tendencia natural es a decir lo que pensamos, lo que queremos, lo que sentimos y lo que creemos. Lo que hacemos muy poco es preguntar lo que los otros piensan, quieren, sienten y creen. Y las veces que lo hacemos, no necesariamente lo hacemos con la genuina intención de entender, sino más bien, con la intención de buscar debilidades en la argumentación del otro para fortalecer nuestro punto de vista.
Partamos por hacer más preguntas y escuchar para tratar de entender, dejando de lado (por un rato) lo que nosotros pensamos, creemos, sentimos y queremos. Y construir desde ahí un diálogo… Porque creo que vale más la pena llegar a acuerdos, que tener la razón.
4) Cumplamos los compromisos
Suena obvio, ¿verdad? Pero también es verdad que este hábito es uno que olvidamos con sorprendente frecuencia.
Cancelamos reuniones que teníamos agendadas con anticipación, llegamos tarde a nuestros compromisos, no cumplimos con los deadlines acordados, no devolvemos las llamadas cuando nos comprometimos a hacerlo, no leemos la información que nos envían previo a una reunión, y podría seguir.
¿Qué es lo que nos da licencia para faltar a nuestros compromisos? ¿Es la informalidad que forma parte de nuestra cultura latina? ¿Es la falta de consecuencias visibles e inmediatas? ¿Es la sensación de control y poder que nos da nuestra posición de liderazgo? ¿Es una falta de habilidades de planificación y gestión de nuestra agenda?
Independientemente de la razón, este es un mal hábito que debemos cambiar. Nos hace perder la confianza en los demás y que se pierda la confianza en nosotros. ¡Y necesitamos poder confiar!
¿Qué podemos hacer entonces?
Ser realistas y honestos al momento de comprometernos con algo o alguien y… ¡Cumplir con nuestros compromisos! (así de simple)
5) Avancemos siempre “The extra mile” (la milla extra)
No nos conformemos con el mínimo esfuerzo, ni el nuestro ni el de nuestros equipos. Dar más de lo que se espera de nosotros, trabajar duro. De eso se trata.
“The difference between ordinary and extraordinary is that little extra.” – Jimmy Johnson
6) Entreguemos grados de libertad
Aprendamos a disfrutar cuando logramos que las cosas pasan a través de otros. Cuesta delegar, entregar libertad, ceder control. Lo sé y lo entiendo. Pero esto pasa cuando por alguna razón no confiamos 100% en que los demás se desempeñarán exactamente como esperamos o que harán las cosas exactamente como las haríamos nosotros.
¿Pero, en qué minuto llegamos a creer que “our way is the only way”? ¿Y cómo pretendemos desarrollar equipos y personas si no los dejamos intentar?
Regalémonos la posibilidad de confiar en nuestros equipos, de dejarlos intentar y verlos triunfar. Démosles espacio y libertad… Guiemos y motivemos en vez de dirigir y determinar. Respiremos y entendamos que nuestro rol está menos en el hacer y más en el motivar, liderar, inspirar y en el dejar hacer.
Si algo de lo que acabo de decir les hace sentido y comparten mis reflexiones, los invito a incluir estos hábitos en sus resoluciones para el próximo año.
Les deseo que el próximo año les permita estar presentes, les permita estar fuertes, les permita estar alerta y les permita estar en paz.
Ximena Jiménez
Managing Partner
LITup
“Your Independent Thought Partner”