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Insights

March 9, 2018

Equidad de género…… un tema de confianza

Ayer, 8 de marzo, mi hijo de 7 años regresó del colegio indignado porque según lo que me contó, en el colegio habían decidido “celebrar el día internacional de la mujer” regalándoles minutos extra de break… ¡pero sólo a las niñas!  mientras los niños debían regresar a las salas de clase.

Debo reconocer, que a mí también me causó mucha indignación, que existan adultos educados que comprendan tan mal o tan ligeramente la dimensión de la situación sobre la cual la conmemoración del día ayer (una tragedia) nos motiva a reflexionar.

Por supuesto ninguno de mis hijos retuvo qué episodio de la historia mundial se conmemoraba ayer, ni porque, ni para qué. Sólo se quedaron con que los hombres y las mujeres somos distintos y que las mujeres merecen un trato especial y distinto al de los hombres. ¡No hay un día internacional del hombre, mamá! (se quejaba mi hijo)

Situaciones como esta me parece que sólo contribuyen a ahondar el problema de la inequidad de género y no a solucionarlo. Y si no es en las salas de clase,  ¿dónde empezamos a reflexionar sobre estos temas? ¿cuándo?

Mucho se habla, estudia, publica y legisla sobre este tema, particularmente en el ámbito empresarial y político. Se ha avanzado un montón los últimos años, según muestran diversos estudios. Pero aún la brecha es enorme y queda mucho camino por recorrer.

Y sinceramente, creo que la gran brecha que debemos cerrar para poder avanzar hacia una real equidad de género, es una brecha de confianza. Confianza en el género opuesto, en sus competencias, su integridad y su real preocupación e interés por el bien común.

Con persistencia nos hemos encargado de encasillar a hombres y mujeres en ciertos roles pre-establecidos y no hemos logrado adaptar estos paradigmas sociales a nuestra rápida evolución como sociedad. Hoy en día ya no está tan claro que las mujeres, por el sólo hecho de ser mujeres, nos desempeñemos mejor que los hombres al cuidado de los hijos o a la cabeza del hogar, y tampoco es cierto que los hombres, por el sólo hecho de ser hombres, se desempeñen mejor en el mundo laboral, político o deportivo. Tenemos que abrirnos a dar oportunidades al otro para desempeñarse en ámbitos que tradicionalmente no les pertenecían.

Pero para lograr esa apertura genuina y sincera (no impuesta por leyes ni políticas), tanto hombres como mujeres debemos ser capaces de abrazar el sentimiento de vulnerabilidad que nos genera confiar en el sexo opuesto, para ser capaces de trabajar como pares y como equipo en todos los ámbitos de nuestra vida, no sólo el laboral o el político.

E igual de importante es que hombres y mujeres, como individuos, nos esforcemos en desarrollar y desplegar efectivamente nuestras competencias y habilidades (en el ámbito que elijamos), nos preocupemos de elevar el bien común por sobre nuestro ego personal y tengamos la disciplina de vivir nuestros valores día a día. Sólo de esta forma lograremos que los demás, hombres y mujeres, confíen en nosotros.

Confiemos…, sin prejuicios ni estereotipos. Sólo así podremos interactuar de manera armónica, tanto al interior de nuestros hogares como en las empresas. Y sobre todo… en las salas de clase y en el patio, donde se están formando las futuras generaciones.