O, mejor dicho, evolucionar o morir…
Es algo a lo que estamos acostumbrados como especie. No es pura suerte que llevemos cientos de miles de años poblando la tierra.
¿Pero qué significa en realidad evolucionar?
Evolución es la capacidad de todo ser vivo de regenerar y adaptar sus propios elementos para preservar su existencia en congruencia con su ambiente. (Varela & Maturana, 1980).
Me encanta esta definición de evolución, ya que reconoce en nosotros una voluntad (inconsciente muchas veces) y una capacidad distintiva de cambiar y transformarnos.
Esta corriente de pensamiento también postula que nosotros, como organismos vivos, creamos y determinamos nuestras propias circunstancias y nuestro propio ambiente a través de nuestras acciones. A diferencia de la corriente Neo-Darwinista que predica que el ambiente es supremo e independiente de los organismos que lo habitan, y que es el ambiente y sus cambios el “selector” de aquellos organismos que lograrán adaptarse adecuadamente a los cambios gracias al “azar genético”. (Lewontin 1983; Varela & Maturana 1980).
En lo personal, creo que es esta conciencia de nuestra responsabilidad individual junto con la aceptación de nuestro poder sobre nuestras circunstancias y nuestro proceso evolutivo, lo que separa a aquellos que se reinventan y avanzan, de aquellos que se entregan a la noción del “azar genético” y viven su vida en una constante aceptación, inmovilidad y apatía.
Y es en este punto donde otra importante definición de Humberto Maturana (Biólogo Chileno, Premio Nacional de Ciencias Naturales 1994) toma relevancia. La autopoiesis o auto-producción.
Este concepto, en términos simples, se refiere a que nuestra capacidad, como organismos vivos, de regenerar y optimizar nuestros estados (evolucionar), se sustenta en nuestra capacidad (también única y distintiva) de re-ensamblar, transformar y también de destruir y despojarnos de nuestros propios componentes.
Así es… para poder reinventarnos y avanzar, necesitamos poder renunciar, abandonar y soltar.
¿Pero por que les hablo de todo esto?
Pues porque como organizaciones también nos enfrentamos al constante desafío de evolucionar en congruencia con nuestro entorno, o corremos el riesgo de quedarnos atrás y eventualmente… morir.
Hoy más que nunca, como profesionales, emprendedores, empresarios, ejecutivos y directivos nos sentimos presionados por la necesidad de transformación. Acogernos a la ola de la “transformación digital” (social networks, mobile technologies, big data & analyticis, IoT, AI, etc.); Innovar en nuevos modelos de gestión para adaptarnos a los patrones de comportamiento de las nuevas generaciones; Ajustar nuestra dinámica de toma de decisiones para navegar de mejor forma estos tiempos turbulentos (presiones sociales, económicas, políticas); etc..
Pero cambiar o evolucionar no es nada fácil… No lo es a nivel personal y tampoco a nivel organizacional. Pues, al final del día, somos seres más bien emocionales que usamos la razón para justificar las acciones que nuestras emociones nos llevan a tomar.
Y la principal emoción que domina al momento de cambiar es el temor. Temor a dejar atrás lo conocido y familiar, temor a lo nuevo y desconocido, temor a equivocarnos.
Y esto también nos pasa como organizaciones, tenemos temor a invertir en nuevas tecnologías, a contratar, a despedir, a innovar, a cambiar…
“¿Para qué cambiar algo que funciona?”, “Mi negocio no necesita de nuevas tecnologías, eso es para otro tipo y tamaño de empresas”, “No puedo contratar al recurso que necesito (no tengo los recursos), tendré que quedarme como estoy”, etc.
Entiendo estas posturas, pero me parece también que se contraponen a uno de los principios fundamentales de la evolución (que les mencionaba inicialmente), nuestra capacidad intrínseca para generar cambios y nuestra responsabilidad sobre nuestro propio proceso evolutivo.
¿Que estamos esperando? ¿Que los avances y eventos nos atropellen? ¿y si logramos sobrevivir, lo hagamos rezagados y más debilitados que nuestra competencia?
¿Pero como logramos vencer el temor y movilizarnos?
Yo creo que siempre sentiremos temor y nos paralizaremos ante posibles cambios si ponemos nuestra atención y emoción en aquello que abandonaremos o perderemos. Creo que la respuesta está en apreciar, valorar y poner nuestra atención en aquello que buscamos preservar, aquello por lo que decidimos cambiar.
¿Les resuena?
Recordemos que todo proceso evolutivo se genera para preservar algo a lo largo del tiempo (la subsistencia).
¿Y qué es lo que como organizaciones queremos o debemos preservar?
Yo creo que debe ser nuestra fuente de ventaja competitiva…
Esta también puede ser sujeto de evolución en algún minuto de nuestra vida organizacional, si deja de ser única y distintiva. Pero mientras lo sea, es lo que más debemos proteger y preservar, y todos los cambios que implementemos deben permitirnos eso…
¿Pero sabemos cuál es? ¿Entendemos como las nuevas tecnologías, nuevos modelos de gestión, necesidades de cambio interno, pueden aportarnos a fortalecer y prolongar en el tiempo eso que nos hace distintivos? ¿Visualizamos como podrían causarnos daño si no las adoptamos correctamente o a tiempo?
No quiero profundizar ahora sobre las fuentes de ventaja competitiva ni sobre cómo identificarlas (prometo tocar este tema más adelante). El objetivo de este artículo es únicamente motivarlos a desafiar el estatus quo y tomar conciencia sobre la responsabilidad y poder que tenemos para propiciar los cambios que nos permitirán subsistir como empresas a lo largo del tiempo.
Los invito a someterse a un proceso de introspección para identificar aquellos elementos y características de sus empresas y modelo de negocio que los hacen únicos y distintivos y que deben proteger y preservar en su proceso de evolución.
Los invito también a identificar aquellos aspectos que deben cambiar, que deben destruir y de los que se deben despojar para poder transitar de forma armoniosa este proceso de transformación o reinvención constante.
Y los desafío a informarse y explorar los nuevos avances tecnológicos y de gestión, para subirse con prudencia e inteligencia a esta nueva era de transformación organizacional, que llegó para quedarse…